domingo, 22 de febrero de 2009

Buscando el país de Nunca Jamas


La última semana la he pasado frente al espejo, buscando en mi reflejo algo que denote el paso del tiempo, temiendo que se pliegue mi mirada o palidezca mi cabello.
Mis ojos recorrían minuciosamente el arco de las cejas que los enmarcan, bajo ellos encontraban el violeta del sueño que se perdió y de allí comenzaban a subir por mi nariz para acabar en el abismo de mis labios quebrados, a los que mi insistente lengua intentaba devolver el brillo, pero éste era efímero, se perdía, y mi boca volvía una y otra vez a hacer juego con el ovalo de mi rostro ausente.
Memoricé mi imagen, sí seguía siendo yo. Y mi mente se escapó buscando la manera de, cómo un cuadro a oleo, perpetuar el gesto de los últimos años de mi juventud.
Pero, ¿cómo se detiene al mar?, ¿cómo se encarcela al viento?, ¿cómo conseguir que cada día el sol deje de escaparse furtivamente por el horizonte? Cerrando los ojos.
Clausure mi mirada y con ella primero apague el mar, luego el viento y por fin detuve el sol. El resultado me estremeció, un paisaje inerte, frío, envuelto de silencio
Vislumbre entonces la realidad. No hay mar sin tormentas y días de calma, sin el ruido de las olas. No hay día sin aurora y crepúsculo. No hay yo sin ayer, hoy y mañana.

1 comentario:

Freytshy dijo...

Deine Worte sprechen mir aus der Seele: Es ist die Zeit, die unser Leben entlang läuft, die uns mit dem (er)füllt was wir sind.
un beso, Mike