lunes, 10 de agosto de 2015


LA SALIDA.

Pum, pum, pum, el eco de mi corazón que latía rítmicamente y el de mi agitada respiración lo ocupaban todo. 126, 127, 128. Tenía que estar corriendo sobre gravilla en ese momento, intenté concentrarme en el sonido que mis pies emitían al tocar el suelo, 135, 136. Hacía frío, el aire me cortaba al entrar en mis pulmones exhaustos por el esfuerzo, el muslo izquierdo gritaba con un dolor agudo en cada zancada, 167,168  una punzada que empezaba al lado de la rodilla atravesándome hasta el tuétano y subiendo por él, hasta la cadera, siempre en los números pares, eso de cierta manera me ayudaba a llevar la cuenta. No sabía si había sido al caerme de la valla, o si me había alcanzado una bala, solo sabía que no podía parar ahora, que tenía que seguir moviéndome.
Una hora hasta la cabaña, Juan había sido muy categórico en eso.  Lo habíamos repasado tantas veces que había perdido la cuenta, todas las que necesité hasta aprendérmelo de memoria. Sabía que iba a ser una noche cerrada, es lo que queríamos por eso elegimos esta noche, una noche de luna nueva. Sabía que eso significaba oscuridad total tan lejos de la ciudad, por eso me había aprendido el camino de memoria. 1500 pasos y torcer a la izquierda al lado de pozo, luego seguir recto durante unos 20 minutos hasta que oyera el río, y una vez allí  tenía que seguirlo hasta que éste cambiara bruscamente de curso esa sería mi señal de que la cabaña estaba a 3000 pasos. Una hora, todo parecía tan sencillo en el papel.
567,568, 569 y mi corazón latía cada vez más deprisa. Las ramas me golpeaban incesantemente y la ausencia de los ruidos de mi rutina, que se habían visto sustituidos, por crujidos, silbidos y aullidos me ponían los pelos de punta. Intenté desviar mi atención de mi entorno, bloquear las angustiosas señales de dolor y fatiga que mi cuerpo mandaba con cada paso.  720, 721, 722, inspiré y pensé en María, el amor de mi vida, en sus ojos verdes reflejando los míos, expiré y solté el dolor, la ansiedad el temor, inspiré...
Había llegado al río tal y como Juan me había dicho. El terreno se hizo más inestable y me vi obligado a disminuir mi ritmo. Juan ya me lo había advertido. “En el primer tramo tienes que hacer el mejor de tus tiempos, el borde del río es pantanoso y  está lleno de raíces, no podrás correr, como mucho trotar si no quieres caerte y romperte algo, así que corre todo lo que puedas al principio, recuerda que tienes que llegar a la casa en una hora es tu única salida”  Sus palabras resonaban en mi cabeza y hacían compañía al chapoteo de mis pasos.
Le estaría eternamente agradecido, no tendría por qué haberme ayudado después de lo que yo le hice. Es verdad que habían pasado casi 15 años desde aquello, pero las veces que lo pensé, me pregunté si yo también habría sido capaz de perdonarle. Me torturaron durante días antes de decir nada, él lo sabía, pero lo habíamos prometido, él que cae, cae solo. Aun así yo lo delaté y por mi culpa acabó en Blackiron conmigo,  dejando a su hija de 5 años sola y en manos del estado, el mismo que intentamos derrocar vanamente, ese 5 de febrero, con la esperanza de conseguir una sociedad más justa y equitativa para todos. Muchas noches había pensado en ella, desde mi fría y húmeda celda, ¿Qué habría sido de ella?, Esperanza se llamaba, Juan la llamó así como alegoría a esa idea tan poderosa que nos lleva a hacer cosas increíbles.
Increíbles como correr a ciegas en la noche hacia la promesa de una salida, de una vida mejor.
Había llegado al recodo del río, estaba a 3000 pasos de mi destino. Juan no había sido específico sobre qué había en esa cabaña, tan solo me aseguró que era mi puerta a otra vida. Yo había intentado que se viniera conmigo, pero los años en Blackiron le habían pasado factura , en una trifulca le habían roto la pierna por tres sitios y apenas podía andar sin muletas, mucho menos correr, por eso le había prometido que buscaría a Esperanza y me aseguraría de que estaba bien, pero a Juan le bastaba que yo saliese de allí.
Había pasado justo una hora tras mi fuga de Blackiron cuando encontré la cabaña y cojeando más que andando me apresuré dentro, lo había conseguido, estaba allí, estaba a salvo, las lágrimas se asomaron a mis ojos al pensar que volvía a tener un futuro que había dado por perdido hace años ya.  Pero mi alegría no duró más que un latido, estaba dentro de un cuarto de madera, no más grande que mi celda, vacío menos por una mesa sobre la que reposaba, un revolver, una bala y una nota. “El que cae, cae solo. Fd Esperanza”

jueves, 2 de febrero de 2012

Searching for Neverland


I have spent the last week in front of the mirror, searching my reflection for something that´d denote how time passes by. Fearing that it would blow out the light of my eyes or whiten my hair.

My eyes ran meticulously over the eyebrows' arch that framed them, finding under them the violet of lost sleep. They began then, to go down through my nose, to end up on the edge of the abyss of my cracked lips, to which, my tongue tried once and again to give back their gloss, but it was ephemeral, and gone within seconds. And again and again my mouth went back to match the oval of my absent face.


I memorized my image. I was still being myself. And my mind escaped looking for ways to, like an oil painting, perpetuate the gesture of the last years of my youth.
But, how to stop the sea, how to imprison the wind, how to prevent the sun from sneaking away on the horizon, everyday?. 


Close my eyes.
First, I froze the sea, then the wind, and finally stopped the sun. The result shocked me, a lifeless landscape, cold and wrapped up in silence.
It was then, that I discerned the reality. There is no sea without storms and days of calm, without the noise of the waves. No days without dawn and dusk. No me without yesterday, today and tomorrow.

viernes, 27 de enero de 2012

El día que Borja perdió la cabeza


El dia que  Borja de Miguel conoció a María, perdió la claridad con la que veía y entendía la vida.

Borja de Miguel. - Muy buenos días, ¿es esta la oficina de objetos perdidos?
Antonio  -Sí señor, de objetos y causas perdidas. ¿En qué puedo ayudarle?
B.M - Mi cabeza
A - ¿Su cabeza?, ¿Dónde está su cabeza?
B.M -  Exacto la he perdido por una mujer, Maria…
A -   No se preocupe, no será usted el primero ni el último, pasillo 2 giré a la izquierda en el pasillo 10 
una vez pasado la zona del norte.
B.M -  ¿El norte sigue por aquí?
A - Si señor, por qué lo pregunta, ¿ha perdido usted también el norte?
B.M -  No que va, tan sólo pensé que el sur vendría a buscarlo, al fin y al cabo se debe sentir muy sólo, el Este y el Oeste se tiene mutuamente, pero el pobre Sur, que raro que no viniera a por el norte, tal vez...
A -  Bueno, bueno parece que usted no sólo perdió la cabeza también perdió la razón!!!, pasillo 13 cerca de…
B.M - La razón no la perdí jamás muy señor mío, pues no se puede perder algo que uno nunca tuvo, no quiero decir con esto que estuviera siempre equivocado, pero si entendemos la razón como la facultad formuladora de principios, tal y como decía mi amigo Kant yo jamás formule más que algún teorema pero ningún principio y claro..
A -   Así que conoció usted a Kant, impresionante
B.M -  ¡¿A Kant?!, Kant caballero murió en 1804,¿ha perdido usted el juicio o se mofa de mí?
A -  Mofarme, líbreme Dios, y el juicio, muchas veces me pregunto cómo no lo he perdido ya mil veces con el rosario de ilustres personajes y diversidad de eminencias que pasan todos los días por aquí, gracias a dios mantengo mi mente despejada con un objetivo claro en la vida, eso me ayuda a no perder el rumbo
B.M -  Pues sepa usted qué hace muy mal, apostaría mi cabeza a que nadie que perdió el rumbo vino jamás a buscarlo… pues
A -  Le recomendaría que no apostara algo que aun no ha recuperado, ya sabe pasillo diez
B.M -  Como le decía tener un rumbo marcado implica llegar a un objetivo o meta definido con anterioridad. Cualquier meta es un límite al desarrollo potencial si es alcanzable, o una frustración si tal vez fuimos muy ambiciosos al fijarla, por lo tanto el rumbo no sólo determina un resultado inevitable y consecuentemente conocido sino que nos coarta, por eso yo soy más partidario del libre albedrío. El ir a la deriva nos hace libres por eso nadie quiere su rumbo de vuelta una vez lo pierde
A -  Si puede ser, o  tal vez simplemente no vinieron por que estaban desorientados y no encontraron el camino, al fin y al cabo habían perdido el rumbo. Pero yo no pierdo la esperanza de que todo rumbo encuentre su dueño.
B.M - La esperanza del latín sperāre bonita palabra pero triste realidad. Sabía usted que de esta misma raíz latina derivó el verbo esperar ,y eso es lo que hace usted aquí, esperar por esperanza, que ironía pues no espere mucho señor mío que la vida no aguarda a nadie
A – Le agradezco el consejo y ahora si no le importa estoy muy ocupado y me está haciendo usted perder el tiempo…
B.M -  Pero hombre eso no debería ser problema para usted,  no hay cosa mejor para el que espera que el que se pierda un poco de tiempo, pues más corta será la espera y aun así si lo echa de menos siempre lo puede encontrar usted en alguno de esos pasillos.
A -   Va a conseguir usted que pierda los papeles, y le aseguro que esta vez no iría a buscarlos
B.M -  Discúlpeme usted si le he ofendido, tan sólo quería mantener una conversación amena, pero veo que no es de su agrado así que creo que voy a ir a por mi cabeza y le dejaré tranquilo
A -  Disculpa aceptada, pues posiblemente el no tener cabeza le impida pensar con claridad en lo que dice. Suerte con su búsqueda y tenga usted buena tarde.
5 mint más tarde
A - Disculpeme usted señor, pero esa que lleva usted puesta no es su cabeza
B.M - Ohh,  ya pero al encontrar mi cabeza y he visto que  tenerla otra vez no me hacía ver las cosas más nítidamente, ni entender lo más mínimo a Maria. Pensé que tal vez  el desuso la dañó y esta en cambio…
A - Muy señor mio aquí las cosas se van como vinieron, y ya sabe usted lo que dicen el habito no hace al monje, ni el conocimiento da sabiduría, además la compresión del ser humano amigo mio, viene la mayoría de las veces de la aceptación no del  análisis y la disección.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

¿Qué le dijo el ángulo obtuso al ángulo llano?


Nunca he sido muy amiga de las matemáticas y tampoco  he entendido muy bien por qué nos hacen aprender algunas de sus ramas.

El calculo hoy en día es algo que veo desfasado cuando todos tenemos un móvil. Pero bueno siempre te viene bien en rebajas, para poder calcular si ese vestido espectacular con un 30% de descuento, es asequible o sigue teniendo un precio totalmente astronómico antes de que la rubia teñida que se acerca visiblemente interesada, te lo quite.

Pero que me dicen a mi de la trigonometría, o en otras palabras la rama de las matemáticas que mide los triángulos. Vamos algo básico en mi vida, sin la trigonometría jamás habría sido capaz de doblar servilletas en forma de triángulo equilátero, y no vean lo bien que quedan en bodas, banquetes y comuniones.

Pero curiosamente fue la trigonometría la que marcó un antes y un después en mi vida.

Aquel día en clase de matemáticas la profesora estaba explicando la diferencia entre el ángulo llano y el obtuso,  yo por el contrario andaba más interesada en averiguar cuándo aquel abejorro que se daba constantemente contra el cristal  de la ventana, se daría cuenta de que por mucho que siguiera intentándolo por ahí no iba a ninguna parte. Parece ser que mi cara de evidente interés alertó a la profesora de que no le andaba haciendo yo mucho caso,  porque nadie que se precie puede aguantar más de medio minuto de explicación de trigonometría sin bostezar.

Para agradecer mi indiscutible curiosidad e interés por aprender la profesora me premió con una redacción sobre el tema en cuestión.  Y cuando le dije que no había mucho que se pudiera decir,  me contestó, “echale un poco de creatividad.” Así  que por la tarde después de clase me senté en frente de mis dos nuevo amigos el ángulo obtuso y el ángulo llano y por mas que los mirara y yo no veía muchas diferencias entre ellos, al fin y al cabo no eran más que unos palitos juntos. Muerta de aburrimiento y totalmente desmoralizada me fui al ordenador y me puse a investigar las diferencias entre llano y obtuso, tras unos 10 minutos de leer definiciones lo tenía

Llano: Dícese de aquel que muestra un comportamiento sencillo y natural con los demás.
Obtuso: Dícese de aquel que es lento en comprender las cosas más simples.

Con esa idea en mente  y un poco de creatividad, tal y como me había pedido la profesora, empecé mi redacción de los dos ángulos.

El ángulo llano y el ángulo obtuso se encuentran en bar.
Llano. Hombre obtuso cuanto tiempo sin verte, ¿qué es de tu vida?,
Obtuso. Horrible llano, horrible he vivido una pesadilla en los últimos días.
Llano. Y eso, ¿que te ha pasado?
Obtuso. Me han encerrado en mi propia casa. Me pase 3 días tirando de la puerta, y nada imposible no se abría. Me comí toda la comida y ya la desesperación me hizo saltar por la ventana, casi me mato
Llano. ¿ Y no se te ocurrió probar a empujar la puerta en vez de tirar de ella?
Obtuso. ¿Ehh?

El resultado de mi brillante narración sobre el ángulo obtuso y el ángulo llano no fue del total agrado de mi profesora de matemáticas que me suspendió la asignatura y me castigo un mes sin recreo. Sin embargo, entendí entonces que los números no nacieron para hablar conmigo y que yo era más amiga de las palabras.

Que se le va ha hacer uno no puede llevarse bien con todos , ¿no?.

domingo, 5 de junio de 2011

Can I have three quarters of Soul?

The soul. Object of frequent discussion throughout the history. It has been coveted, revered and even worshiped for generations.
I, due to my non secular education, never have given much value to it.
It doesn’t take part in any of the body’s basic functions; it doesn’t make me prettier, richer or smarter, that’s the reason why for me is hard to find the difference between the soul and the appendix, besides the fact that with the last one, you will get it removed at the slightest little thing.
Actually, I have always thought, that so far the soul has saved itself, thanks to the fact that even if it has filled millions of pages it has never been in any of the modern medicine books.
Because having a soul entails a lot of effort. It requires a special care, and not paying attention to it has serious consequences, worse that the ones being overweight could bring. Any lost soul could tell you, you can’t deny, that they would have been much happier with a quick cut on time.

Personally, this soul thing got me down. Not only I had to take care of cholesterol levels and blood pressure, kept myself fit and updated with the latest news, but I also had a soul to preserve.
Thank goodness in today’s consumer society anything is for sale, so the day I was offered a good deal for mine, I didn’t doubt for a second to get rid of it.
After all I had been living without an appendix for a while and nothing had happened, what could possibly go wrong?

I redeemed my soul for eternal youth. Concretely I decided to go back to my twenties, to a smooth and firm body, a rising value nowadays.
Imagine my happiness when, after such profitable exchange, I found a new reflection of myself, where you could obviously appreciate a firm butt, and a pair of tits that challenged the dreaded law of gravity.

But a deal that, at first seemed to have so many advantages, ended up having some unexpected side effects. As the same mirror that showed my firm silhouette, refused to reflect my traditional composure, great self-assurance, natural manner and sensual serenity.
Where I had lost my essence. Was it part of the soul I gave away? Or did it belong to the years I spurned? 

Without thinking it twice, I decided to exercise my right of unsatisfied customer and demanded my soul back. However between the shipping and the administration costs, I only had three quarters back.
Together with my three quarters of soul, came back one by one the years I had given up, and with them my inner nature of “femme fatal”.

Who wants the inexperience of youth today, having aesthetic surgery.



martes, 31 de mayo de 2011

La ausencia de familiaridad


“Vaya esta lloviendo otra vez, maldito mes de abril”, “¿dónde habré puesto el paraguas?”, se preguntaba Julia mientras correteaba por casa intentando sin éxito abrochar el botón de los puños de su camisa.

Había pasado una de esas noches en las que un sueño es tan vívido que cuesta separarlo de la realidad. La alarma del despertador la pilló gritando frente a la puerta cerrada de su propia casa, pero al despertar se deshicieron los hilos que ataban el sueño a su recuerdo y el resto se perdió en el infinito de su subconsciente.
Julia volvió a mirar al reloj por quinta vez. “ Mierda son las 8.45, voy a llegar tarde, ¿dónde estará el maldito paraguas?”

Siempre se le hacia tarde y nunca había conseguido explicarse por qué. A las 8.55 corría por la avenida intentando esquivar los charcos que la incesante lluvia había dejado y a algún transeúnte que andaba todavía demasiado dormido para apartarse de su camino.
Llego a la esquina de Goya con Lagasca tan sólo para ver como se iba su autobús.
“¡¡No!!, eso significa 15 minutos que añadir a los 30 que ya llego tarde o 20 euros de taxi”
20 euros era mejor que volver a enfrentarse a su jefe con la ridícula excusa de un paraguas esquivo .
Veinticinco minutos más tarde estaba en su sitio, totalmente empapada tras correr buscando un taxi sin paraguas y con Martín reprochándola, “Vuelves a llegar tarde, aquí se empieza a las 9.00”
No hacía más de una hora que Julia se había levantado pero ya tenía ganas de volver a la cama y escapar de la lluvia, de Martín, del montón de aburridas facturas que esperaban a ser archivadas sobre su mesa. No tendría que haberme levantado, pensaba mientras le dirigía a Martín una mirada que pretendía expresar el lo siento no volverá a pasar, que su boca se había cansado de pronunciar en vano.

Ocho horas, tres cafés y aproximadamente 150 facturas más tarde, el día había terminado para Julia. Había pensado acercarse un rato a Serrano, o llamar a María para tomar un café, hacía siglos que no sabía nada de ella, pero seguía lloviendo y aunque no hacia un día especialmente frío el confort del hogar fue demasiado tentador.

No había si quiera abierto la puerta y Julia ya se sentía mejor, la idea de un baño caliente había empezado a borrado las mellas que el día había causado en ella. Se descalzó, desechó los calcetines empapado y anduvo hasta el baño. La madera estaba cálida y se estremecía bajo sus pies. Restaurar el parquet cuando compró la casa fue un golpe duro para su economía pero definitivamente había merecido la pena, la hacía más  acogedora, sobre todo los atardeceres de verano cuando el sol entraba por la ventana y se reflejaba en la madera rojiza.

Dejó el agua corriendo en la bañera y está junto al jabón comenzó a formar una densa espuma que iba desprendiendo un tibio olor a lavanda. Encendió un par de velas, apago las luces y empezó a desnudarse lentamente mientras escuchaba como el agua iba llenando monótonamente la bañera, primero el pantalón, intentando que el bajó empapado a causa de la lluvia no le rozara las piernas, odiaba esa sensación, le hacía sentir sucia, luego la camisa, ni se molestó en desabrocharse los puños simplemente tiro fuertemente de las mangas. Sentada en el retrete en ropa interior se abrazó las rodillas y espero a que la bañera se terminara de llenar mientras escuchaba el monótono sonido del agua al caer.Una vez dentro de la bañera dejó su mente vagar mientras escuchaba el suave crujir de la espuma y observaba la luz de las velas jugar con la pared formando caprichosas figuras.

Vaya si ya son las 22.00 al final hemos conseguido superar el día pensaba Julia sentada en su sofá, mientras subía y bajaba la bolsita de té. A pesar de estar envuelta en una manta sentía frío y pensó que tal vez algo caliente le ayudaría. El primer sorbo le abrasó los labios, y toda la garganta de camino hacia el estomago, pero eso fue todo, el frío se hizo más intenso. “Maldita calefacción juraría que estaba por encima de los veinte grados”. Estoicamente dejo el sofá  y sin despojarse de la manta se levantó a comprobar en el panel de control que efectivamente la calefacción estaba a 22 grados, aun así el ambiente en la casa era glacial.
"Estoy segura que hasta saldría vaho… tendré que llamar al servicio técnico porque definitivamente esto está estropeado”.Probó a subirla a 30 grados sin éxito, la casa seguía totalmente congelada, con resignación corrió a refugiarse en su manta, y al ir a coger la taza de té para calentarse las manos un escalofrío le recorrió toda la espalda, momentáneamente tuvo la sensación de que alguien le hubiera deslizado un dedo por la columna vertebral, el mismo shock que sufre un piel cálida bajo el contacto de una mano fría, la misma ligera presión. Inútilmente giró la cabeza en busca del propietario, pero no había nadie.

Se estremeció y mientras su mirada seguía vagando inquieta por las esquinas y sombras del salón, volvió buscar el té, lo cogió con cuidado y con ambas manos, esperando sentir el calor del agua, para su sorpresa, la taza estaba totalmente fría. “es imposible no han pasado más de unos minutos desde que la saqué del microondas”. Acercó la taza a los labios, helado.Perpleja se levantó y se dirigió a la cocina. “Esta vez me aseguraré de que el agua esté bien caliente cuando la saque del maldito microondas”. 

Tenía los pies y las manos helados “¿Por qué hace tanto frío?... hasta el parquet está helado, es como si anduviera por baldosas en vez de por madera …” y entonces de golpe cayó en la cuenta y se quedó clavada en el sitio mientras sus manos temblorosas seguían agarrando fuertemente la taza de té. Silencio, despacio dio un paso más, nada, tan sólo más silencio, el parquet no crujía bajo sus pies como de costumbre, la ciudad generalmente bulliciosa tan solo ofrecía un leve sonido de fondo.

Entonces un ruido del timbre lo inundo todo, sacudiendo de golpe la perplejidad, la taza resbaló entre sus manos haciéndose añicos contra el parquet, el timbre volvió a sonar más alto más insistentemente, era como si el sonido hubiera estado atrapado por un instante y rota la red que lo mantenía cautivo se desbordar por toda la casa. El té había salpicado la puerta y  la pared, pero también sus piernas y pies. Y allí donde el liquido había tocado su piel la había quemado ligeramente, se agachó y puso la mano donde había caído la mayor parte formado un pequeño charco, efectivamente seguía caliente, su mente quería encontrar una explicación racional a lo que había pasado,  pero el timbre  volvió a sonar esta vez acompañado de golpes en la puerta y Julia aunque sobrecogida y confusa corrió a abrir.

“ ¿Por qué has tardado tanto?, ya creía que no estabas” gritó cordialmente Rosa desde el otro lado, “Ehhh  estaba..” no la dejó terminar  la frase y sin esperar ser invitada entró en la casa.
“ Te he traído éste paquete,” me dijo poniéndolo en mis manos aun temblorosas “me lo ha dejado un mensajero esta tarde a primera hora por qué tu no estabas en casa, pensé que sería importante, pone que es correo prioritario.. ¿Ves la pegatina Julia?... Hija, ¿estas bien?, no tienes buena cara”
“No, no, estoy bien tan sólo…” Volvió a interrumpirme. Rosa tenía esa manía, siempre preguntaba, pero nunca esperaba una respuesta.
“Qué vas a estar bien, en tu casa hace al menos 30 grados y tu andas por ahí envuelta en una manta hasta las cejas….”
Las palabras de Rosa las corroboró una gota de sudor que empezando tras el lóbulo de oreja se deslizaba por el cuello camino de mi pecho, mientras tanto Rosa que seguía hablando sin parar cerró la puerta tras de sí y se encaminó hacía el salón mientras el parquet acompañaba rigurosamente sus pasos.
“… No me extraña que haga tanto calor tienes el regulador de la calefacción a 30 grados,¿ lo sabías?...” gritaba desde el salón. “ Te lo voy a bajar a 22 y te hago un té, pero este no lo tires. Sigo creyendo que debes estar incubando algo, ¿vienes?, Julia, por el amor de dios, que vas a echar raíces”

Rosa era así, no entendía el concepto de intimidad o privacidad y carecía del don de la oportunidad, pero siempre conseguía sacarle una sonrisa y a su manera se hacia querer.

En la cocina junto a Rosa y el té que le había preparado, Julia aprovechó de que su amiga  había dejado de hablar por un segundo,
¿Sabes Rosa?...Estoy teniendo un día de lo más raro, tengo la sensación de que en mi casa pasa algo extraño…”
“¿Como qué?... ¿ oyes ruidos, voces…?
“No, no es eso, pero de repente hace como mucho frío, las cosas suenan como atenuadas...”
“Julia, eso suena a que has pillado la gripe, ¿has mirado si tienes fiebre?”
 No sé… “Realmente me ha afectado el día”.
Aunque… -prosiguió Julia-, tú ya sabes que te lo dije desde el principio, a mi esta casa no me gusta… no sé, primero tantos años vacía y luego Federico el último propietario no estuvo aquí mas de un año y siempre me decía, Rosa hija a veces tengo la incómoda sensación de ser un invitado no deseado en mi propia casa, bueno que si te la vendió tan barata era porque realmente quería deshacerse de ella”.
“Rosa no me comas la cabeza, que no estoy teniendo un buen día y eso es lo que me faltaba para terminar de redondearlo”
“ No sé, pero yo de ti, se lo comentaba a Eva, sabes que dicen que puede sentir presencias y que es como una medium, si quieres vamos mañana a verla y hoy duermes en mi casa”
Le costó convencer a Rosa de que estaba bien. Pero Julia se sentía mejor, había vuelto a entrar en calor cuando despidió a Rosa en la puerta. De todas maneras había sido un día largo y extraño, y  tan solo quería dormir y dejarlo atrás. Por eso  encaminó  sus pasos a la habitación y fue como si de pronto una alfombra empezará a amortizar el sonido de los mismos a hasta hacerlo desparecer.
No, otra vez no… Desesperada Julia empezó a saltar sobre el parquet mientra gritaba:“ ¡cruje!, ¡maldita sea, cruje!  La casa tembló bajo su peso y desde el otro lado de la puerta se oyó gritar a Rosa: “Julia, ¿estas bien?”  “Sí, sí, hablamos mañana”. Pero no era verdad, la situación estaba acabando con sus nervios, cerró los ojos y se concentró en su respiración en un intento de recuperar la calma. Inspira y el ruido del trafico constante llegó a sus oídos, expira y el tic tac melódico del reloj de la cocina consiguió acompasar los latidos de su corazón, inspira y el tacto frío de una mano en su muñeca le hace abrir los ojos, nada, pero la sensación sigue ahí y el vello de su brazo se va erizando a la par que siente como se va deslizando suavemente hacia su codo, luego a su hombro, para terminar cerrándose alrededor de su cuello. Con un grito ahogado por la presión, Julia se llevó ambas manos al cuello. La presión cesó.
“Dios ¿me estoy volviendo loca?, esto no tiene ningún sentido."
La incapacidad de entender que estaba ocurriendo se llevó por delante años de agnosticismo y racionalidad. Julia se fue ha acostar con el firme propósito de llamar a Eva en cuanto se levantara por la mañana.

Se escondió bajo las sabanas y el edredón de algodón y poco a poco el roce de las sabanas, el ligero peso del edredón, el suave olor a sándalo del suavizante, reconstruyeron la seguridad de Julia y las ultimas horas empezaron a alejarse como trazos de una pesadilla demasiado distante para ser recordada, hasta que finalmente cayó dormida.

Todavía no había amanecido cuando volvió a despertarse, una sensación de "dejá vu", el mismo sueño, tan real, tan vívido. Instintivamente fue a buscar el interruptor con la esperanza de que la luz alejara las sombras con las que el sueño había teñido su estado de ánimo, para sus sorpresa estaba enredada entre las sabanas, estas se engarzaban entre sus brazos entorpeciendo su movilidad, y mientras más se empeñaba por salir de la trampa y más bruscos se volvían sus movimientos, más se tensaban alrededor de su cuerpo, hasta llegar al punto de acabar prácticamente encadenada a su cama.

La confusión inicial se convirtió en terror al darse cuenta de que estaba atrapada bajo su edredón, le invadió una sensación de claustrofobia, se dispararon los latidos de su corazón y empezó a faltarle el aire. Presa del pánico, Julia grito con todas sus fuerzas, pero ningún sonido salió de su garganta, el silencio lo engullía todo, dejando tan solo pasar los latidos de su corazón que subían de ritmo e intensidad.
De repente un fuerte olor a humedad. El olor se hace más intenso y el edredón más pesado...
El peso se va haciendo insoportable, oprimiendo su caja torácica. Los pulmones de Julia luchan por respirar, su corazón martillea de manera frenética hasta que casi no hay distancia entre latido y latido…aun ahogada por el sonido de sus latidos consigue distinguir un voz de fondo que dice: “es mía”, “es mía” …  
Su boca se abre en busca de oxigeno, pero no hay aire. La mente de Julia lucha por escapar de la pesadilla, por despertar. Y al final la penumbra de la habitación da paso a la oscuridad.

La luz que entraba a raudales por la ventana despejó las sombras y Julia se levantó de la cama tomando una bocanada de aire, cómo quien hubiera estado a punto de ahogarse.
La sensación que esa pesadilla le había causado seguía allí, tangible. Pero la realidad del día a día la obligó a descartarla rápidamente.  
“Mierda, deben ser al menos las once de la mañana, es imposible que el maldito despertador no haya sonado, ¡voy a llegar tarde otra vez!”. Se levantó corriendo, con la idea de ponerse lo primero que encontrara en el armario, pero el espejo de cuerpo entero le devolvió una imagen de sí misma que la hizo frenar en seco.
Desde el otro lado del espejo la observaba con preocupación una Julia excesivamente pálida y ojerosa, se llevó las manos a las mejillas con la idea de devolver un poco de color a su rostro, y el frío tacto de su propia piel la desconcertó. “Definitivamente Rosa tenía razón, debo haber cogido algo, esta tarde después de trabajar me voy al médico”.

Con esa idea, y una buena excusa para llegar tan tarde tomando forma poco a poco en su cabeza, abrió su armario. Vacío. Las perchas colgaban desoladas, desnudas, como las ramas de un cerezo en otoño. Julia no se lo podía creer, se giró como esperando encontrar la explicación en otra parte del apartamento, y en ese momento se dio cuenta, de que los libros había desaparecido junto a su ropa, y también su discos, sus fotos, no quedaba nada a la vista, ni siquiera había sábanas en la cama o el maldito despertador. Mientras corría abriendo cajones y armarios puedo constatar que ya no quedaba nada familiar, nada de lo que una vez hizo que esa casa fuera su hogar.
 “Me han robado, dios, se han llevado todo y ni siquiera me he dado cuenta”. “ Me drogaron. Tiene que ser eso, por eso me sentía así anoche, las pesadillas, y posiblemente mi estado actual, debe ser algún efecto secundario.” “Tengo que llamar a la policía”
Con manos temblorosas cogió el teléfono y marcó  091, no había línea, apagó y encendió el teléfono varias veces para asegurarse, antes de darse por vencida y salir a buscar a Rosa a su apartamento.
Al abrir la  puerta se topó con un montón  de periódicos apilados en su felpudo, una noticia sobre el vencedor de las elecciones  captó su atención, y se agachó a cogerlo extrañada “si las elecciones no son hasta final de mes”. Pero sus ojos enfocaron la fecha antes de que su mano llegará siquiera a tocarlo: 5 de Mayo.
“Tiene que ser todo una estúpida broma” gritó y  salió corriendo hacia las escaleras. Una vez en el 2º A empezó a aporrear la puerta, “Rosa abre soy Julia”, “Rosa ¿estás ahí?” “¡Rosa!” Para una vez que Julia necesitaba realmente a Rosa, ésta no estaba en casa.

Se decidió a llamar a la puerta del 2B, enseguida oyó los pasos de alguien acercándose a la puerta, abrieron y Julia empezó a hablar intentando dotar de sentido a sus palabras “Hola soy Julia del 3C alguien me ha robado todo y luego creo que me han drogado y…” se calló al ver que su vecino sin inmutarse lo más mínimo parecía mirar a través de ella. Desesperada buscó su mirada mientras éste giraba la cabeza a izquierda y derecha, y se quedó clavada en el sitio al ver como con un una expresión extrañada y malhumorada volvía a cerrar la puerta a la vez que refunfuñaba malditos críos.

Tras unos segundos, despacio se dirigió de nuevo a su apartamento. “Voy a respirar, a tranquilizarme, y luego buscaré alguien que me ayude, aunque tenga que llamar puerta por puerta a cada uno de los vecinos”.
Subiendo la escaleras hacia su piso notó un fuerte olor a humedad que se le antojaba conocido, una vez en el rellano del tercer piso, vio a una chica rubia, vestida con un largo camisón blanco y descalza. Estaba en el umbral de su apartamento dándole la espalda. Julia estaba segura de que no era ninguna de los vecinas del bloque, aunque no se relacionaba demasiado las conocía a todas de vista.
“Perdona” gritó mientras aceleraba el paso hacia su apartamento, “pero esa es mi casa”.
La chica rubia se volvió, era extremadamente pálida, tenía los ojos hundidos y bajo ellos se percibían unas marcadas ojeras violáceas. Sus labios apagados y quebrados se curvaron en una extraña sonrisa cuando la miró.
Agarro el pomo de la puerta, entro en el apartamento y la cerró.  Mientras lo hacia, ni si quiera despegó los labios para deshacer la sonrisa, pero su voz resonó extrañamente familiar. “Esta no es tu casa, nunca fue tu casa” , “Es mía”