domingo, 24 de mayo de 2009

Ponga me usted cuarto y mitad de Alma


El alma. Objeto de frecuente discusión a lo largo de la historia, ha sido codiciada, venerada e incluso idolatrada durante generaciones. Yo, debido a mi educación laica nunca le he dado mucho valor. No forma parte de ninguna de las funciones básicas del organismo, no me hace más guapa, más rica o más lista vamos que realmente me cuesta encontrar la diferencia entre ella y el apéndice, quitando que ésta última a la mínima te la cortan.
Realmente yo siempre he pensado que hasta ahora el alma se ha salvado gracias a que, aunque ha llenado millones de páginas, no ha sido en ninguno de los modernos manuales de medicina. Ya que esto de tener Alma da mucho trabajo, pues demanda un cuidado especial y el no hacerlo bien trae consigo graves consecuencias, peores que las del sobrepeso, que se lo digan sino a las almas en pena. Anda que no habrían sido felices éstas con un corte a tiempo.
A mí esto de tener alma llegó a agobiarme, ya no bastaba con cuidar el azúcar, el colesterol, la tensión, hacer deporte y mantenerse al día en la sociedad de la información, sino que además teníamos un alma que preservar. Gracias a dios la sociedad de la información también es la del consumo y en ella cualquier cosa por un buen precio se puede vender. Así que el día que me ofrecieron un buen trato por la mía, no dude ni un momento en deshacerme de ella, al fin y al cabo llevaba ya un tiempo viviendo sin apéndice y nada había cambiado, ¿qué podía ir mal?.
Canjee mi alma por la eterna juventud, concretamente decidí volver a los tersos y prietos 21 años, valores en alza hoy en día. Imaginar mi alegría cuando tras tan rentable intercambio me encontré con un nuevo reflejo donde era evidente un culito respingón y unas tetas que hacían frente a la temible ley de la gravedad.
Pero un trato que en principio parecía muy ventajoso, acabo teniendo ciertos efectos secundarios no esperados, pues el mismo espejo que mostraba mi firme silueta se negaba a reflejar mi tradicional aplomo, desenvoltura y sensual serenidad. Dónde había perdido mi esencia de mujer. ¿Sería esta parte del alma que entregué o de los años que desprecié?
Sin pensarlo dos veces me decidí a ejercer mis derechos de cliente insatisfecho y demandé que se anulará aquella transacción, pero entre los costes de envío y los de gestión al final de mi alma solo quedó cuarto y mitad.
Con mis tres cuartos de alma volvieron uno a uno los años que había perdido y junto a ellos mi naturaleza de “femme fatale”.
Quién quiere la inexperiencia de la juventud hoy en día cuando existe la cirugía.