jueves, 13 de mayo de 2010

Vino del más allá porque el más acá le pillaba más cerca.

Siempre supe que él volvería, lo supe por su última mirada. Me culpaba de lo que le pasó en aquellos segundos de vida, los cuales, como él presintió de manera bastante acertada, fueron sus últimos segundos.
Pero no fue más que una terrible casualidad, la mala suerte de estar en el momento preciso en el sitio equivocado. Mario era un experto en eso, siempre me decía, “Si no hubiera tenido la mala suerte de estar en aquel bar justo el día que te quedaste sin cambio para el parquímetro… otra cosa habría sido de mí, mujer...".

Por eso aquel 19 de Septiembre en el zoo de Berlín no me sorprendió nada lo que pasó. Mi sobrina se había empeñado en que le hiciera fotos a todos los animalitos y como Mario se había desentendido, me tocaba a mi ir capturando bicho a bicho en una instantánea para la eternidad. Cuando llegamos a los leones le dije a Mario que se pusiera él también en la foto, para al menos tener un recuerdo del viaje. Lo que no sabía es que aquella foto se iba a convertir en algo más que un buen recuerdo.
- “Échate más allá que no puedo encuadraros a ti y a la jaula de los tigres, ¡más allá Mario por dios que cómo te cuesta todo!, Más allá"
- “Vete al infierno Mercedes y tira la foto de una vez"
- “Si, si, pero vete más allá”
Yo no me fui al infierno, pero él si más allá y algo más allá de lo que él esperaba, al más allá.

Nadie se explica cómo salió el león de la Jaula, pero en el preciso momento del click se abalanzó sobre él desgarrándole la garganta.
Los médicos me dijeron que fue muy rápido, que nunca llegó a procesar lo que le pasó. Intentaron consolarme con el discurso de que no sufrió y que no se dio cuenta de nada.

Pero yo sabía que se equivocaban, pues apenas un segundo antes de que todo pasara me traspaso con esa mirada tan característica suya de “Me cagüen la leche Mercedes, esta me la pagas”. La misma que me puso cuando, justo 5 minutos antes de que terminara el partido en el que el Real Madrid se jugaba la liga, hice saltar el diferencial porque me dio por secarme el pelo con la radio a todo trapo y se me olvidó que ya estaban puestos el lavavajillas y la lavadora. Y si yo sabía una cosa era que Mario por muy despistado que fuera nunca olvidaba.

De eso hace casi 5 años ya, y desde entonces he tenido la extraña certeza de que volvería a visitarme. Me había imaginado el momento de miles de maneras diferentes pero siempre era tétrico, triste y algo pasional. Una mezcla entre una mala película de miedo y una comedia romántica que termina mal. En todas mi ensoñaciones, invariablemente era media noche y al terminar el reloj de dar las doce, se abrían repentinamente las ventanas y un viento terrible lo envolvía todo y allí, en medio del salón, empezaba a materializarse un Mario pálido, lánguido y ojeroso que aun exhibía las marcas que causaron su repentina muerte y con voz trémula y agonizante empezaba a preguntarme ¿por qué? ¿por qué?, haciéndome sentir terriblemente mal.

Así que el día que entré en casa después de hacer la compra y me lo encontré sentado en el sofá tomando una cerveza, casi me da un ataque al corazón. Mario siempre odió los convencionalismos, y hasta eso tenía que hacerlo a su manera.
- “Buenos días me has traído el Marca”
- “No Mario, se había acabo y te he cogido el As”
- “Veo que el tiempo no ha cambiado tu sentido del humor”
- “Y yo que ni muerto puedes hacer las cosas como Dios Manda”
- “¿Cómo supiste que la jaula del león estaba abierta?”
- “Cariño, la cámara tenía un buen zoom y una es observadora. El guarda, que estaba dando de comer al tigre salió corriendo dejándola abierta. Y me dije ¿por qué no probar?. Pues cielo por muy insoportable e irritante que fueras, siempre estuviste para comerte, y parece ser que el León también lo pensó”.
- “Pues el buen león me hizo un favor. Allá al menos no tengo que pedir hora para usar el baño, ni dar explicaciones sobre de dónde vengo y a dónde voy. Por dios Mercedes, que a pesada no te gana nadie. Sabe a caso alguien de dónde venimos y a dónde vamos. Entonces, qué manía esa la tuya de seguir preguntando y preguntando”
- “Mario querido, perdona que en mi línea sigua preguntando, pero, ¡¿a qué coño has vuelto si tan bien estas allá?!”
- “Pues después de 5 años ya aquello me aburría y pensé, lo de ir al baño ya para mí no es una prioridad, y lo que se dice ir, no voy a ir a ningún sitio así que decidí que para que iba a quedarme allá cuando la cerveza me pilla más a mano acá”

Y desde aquel funesto día tengo un fantasma del más allá, bebiendo en mi sofá, cerveza del más acá


lunes, 8 de febrero de 2010

Lo mate porque era mío… o eso creía yo


Era mediado de diciembre, el otoño se acercaba al invierno, y el blanco poco a poco iba sustituyendo al dorado marrón. Me desperté temprano, no sabía muy bien por qué. Los días que no tenía que madrugar y no me arrancaba del sueño el inoportuno sonido del despertador, podía tirarme durmiendo fácilmente hasta bien entrado el día. Pero aquella mañana fue distinto, la luz que se filtraba por las ventanas me decía que no podían ser más de las siete u ocho de la mañana, pues apenas estaba amaneciendo.

Una sensación vagamente incomoda y familiar me invadía haciéndome sentir inquieta y agitada, algo era diferente lo podía palpar, tendría que tener más frio, tendría que estar acurrucada bajo mi edredón. Pero no era así, mi piel brillante y húmeda revelaba trazos de sudor en vez de la característica piel de gallina, que todas las mañanas, me hacía tan complicado abandonar mi cálido refugio y salir a enfrentarme con la fría realidad.

No tardé en darme cuenta de la causa de mi repentino desvelo, el había vuelto, estaba otra vez allí, conmigo. Desde la primera vez que lo conocí hace ya muchos años entraba y salía de mi vida a su antojo, nunca se quedaba mucho, un par de días una semana, pero el tiempo que estaba conmigo, lo sentía muy dentro de mí, no me abandonaba ni un segundo las 24 horas del día y trastocaba todos mi planes obligándome a un encierro prácticamente voluntario bajo las sábanas. Me hacía perder la cabeza, me robaba el aliento, hacia que muchas veces mi temperatura alcanzara límites poco saludables y llegaba a dejarme sin habla. Cuando al fin se iba me dejaba cansada y normalmente con los ojos enrojecidos, pero a la vez aliviada de recuperar mi ritmo cardiaco, la respiración y en general mi vida.

Aquella mañana cuando noté su presencia y cómo el calor empezaba ya a recorrer mi cuerpo anticipando un desenlace de sobra conocido, tomé una decisión, tenía que terminar con esto de una vez y dado que ninguna de las maneras que había probado para mantenerlo lejos había funcionad, habría que ser más radical, tendría que acabar con él. Lo haría rápida y limpiamente. Con calma me levanté y me deslicé hacía el baño como de costumbre, una vez allí me acerqué al cajón donde guardaba los medicamentos y empecé a revisar las cajas una a una, con detenimiento, evaluando cuál sería lo mejor opción. Al final, me decanté por lo más fuerte que encontré, no quería dejar margen al error. Lo disolví en agua y con el vaso firmemente sujeto dirigí mis pasos de nuevo al dormitorio.

Estaba hecho, miré el vaso vacio entre mis manos, sonreí y volví a deslizarme entre las sabanas a esperar, a observar, pendiente de cualquier indicio que indicara el éxito de mi plan. A la hora, empezaron los primeros efectos, y dos horas más tarde todo había terminado, había acabo con él, o al menos eso creía yo. Sin ni siquiera molestarme en retirar las evidencias o mirar atrás, me levanté, me vestí y salí a disfrutar del día que había estado a punto de perder. Mis pasos me dirigieron al bar de la calle Alta, siempre me sentía bien entre el alegre sonido de los murmullos de su gente. Luis estaba detrás de la barra como siempre y me sentí acogida por su calurosa sonrisa, al fondo en nuestra mesa estaban Carla y Mario charlando de todo y nada, mientras me acercaba hacía ellos lo sentí de nuevo, el calor, él estaba allí conmigo y esta vez era demasiado tarde pues venía acompañado del dolor de garganta y la tos. Inocente de mí, por unos minutos creí haberle eliminado, pero desgraciadamente no hay remedio adecuado pare el puñetero constipado.